La ilusión de la individualidad
Existe la creencia convencional de que la democracia
moderna ha alcanzado el verdadero individualismo al liberar al individuo de
todos los vínculos exteriores. Nos sentimos orgullosos de no estar sujetos a
ninguna autoridad externa, de ser libres de expresar nuestros pensamientos y
emociones, y damos por supuesto que esta libertad garantiza nuestra
individualidad. Pero el derecho de expresar nuestros pensamientos, sin embargo,
tiene algún significado tan sólo si somos capaces de tener pensamientos
propios.
La represión de los pensamientos espontáneos y, por lo tanto, del
desarrollo de una personalidad genuina, empieza tempranamente; en realidad
desde la iniciacion misma del aprendizaje del niño. Dentro de nuestra cultura,
la educación conduce con demasiada frecuencia a la eliminación de la
espontaneidad y a la sustitución de los actos psíquicos originales por
emociones, pensamientos y deseos impuestos desde fuera. Y aquello que la
educación no puede llegar a conseguir se cumple luego por medio de la presión
social, ya que en nuestras sociedades se desaprueban, en general, las
emociones.
El
hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando en realidad
desea únicamente lo que se supone (socialmente) ha de desear. El hombre moderno
está dispuesto a enfrentar graves peligros para lograr los propósitos que se
supone sean suyos, pero teme profundamente asumir el riesgo y la
responsabilidad de forjarse sus propios fines.
La
dificultad que existe en reconocer hasta qué punto nuestros deseos,
pensamientos y emociones, no son realmente nuestros sino que los hemos recibido
desde afuera, se halla estrechamente relacionada con el problema de la
autoridad y la libertad. En el curso de la historia moderna, la autoridad de la
Iglesia se vio reemplazada por la del Estado, la de éste por el imperativo de
la conciencia, y en nuestra época ésta ha sido sustituida por la autoridad
anónima del sentido común y la opinión publica, en su carácter de instrumentos
del conformismo.
Nos hemos transformado en autómatas que viven
bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío. Tal ilusión ayuda
a las personas a permanecer inconscientes de su inseguridad. En su esencia, el
yo del individuo resulta debilitado, de manera que se siente impotente e
inseguro. Piensa, siente y quiere lo que él cree que los demás suponen que él
debe pensar, sentir y querer, y en este proceso pierde su propio yo, que
debería constituir el fundamento de toda seguridad genuina del individuo libre.
La pérdida del yo ha aumentado la necesidad de conformismo, dado que origina
una duda profunda acerca de la propia identidad.
La duda
acerca del propio yo se inicia con el derrumbe del mundo medieval, en el cual
el individuo había disfrutado de un lugar seguro dentro de un orden fijo. Hoy
damos por supuesto lo que somos; sin embargo, la duda acerca de nuestro ser
todavía existe y hasta a aumentado. La pérdida de la identidad hace más
imperiosa la necesidad de conformismo; significa que uno puede estar seguro de
sí mismo sólo en cuanto logra satisfacer las expectativas de los demás.
Si no
lo conseguimos, no sólo nos vemos frente al peligro de la desaparición publica
y de un aislamiento creciente, sino que también nos arriesgamos a perder la
identidad de nuestra personalidad, lo que significa comprometer nuestra salud
publica.
Al
adaptarnos a las expectativas de los demás, al tratar de no ser diferentes,
logramos acallar aquellas dudas acerca de nuestra identidad y ganamos así
cierto grado de seguridad. Sin embargo, el precio de todo ello es alto: la
consecuencia de este abandono de la espontaneidad y de la individualidad es la
frustración de vida. Detrás de una fachada de satisfacción y optimismo, el
hombre moderno es profundamente infeliz, y se aferra a la noción de
individualidad: quiere ser diferente. Pero puesto que siendo un autómata no
puede experimentar la vida como actividad espontánea, acepta como sucedáneo
cualquier cosa que pueda causar excitación: bebidas, deportes, la
identificacion con personajes de la pantalla ...
¿Cual es
el significado de la libertad para el hombre moderno? Se ha liberado de los
vínculos exteriores que le hubieran impedido obrar y pensar de acuerdo con lo
que había considerado adecuado. Ahora sería libre de actuar según su propia voluntad
si supiera lo que quiere, piensa y siente. Pero no lo sabe, ajustándose al
mandato de autoridades anónimas y adoptando un yo que no le pertenece. Así, la
desesperación del autómata humano es un suelo fértil para los propósitos
políticos del fascismo.
The illusion of the individuality
There exists the conventional belief of which the modern democracy has reached the real individualism on having liberated the individual of all the exterior ties. We feel proud not to be subject to any external authority, to be free to express our thoughts and emotions, and give surely this freedom guarantees our individuality. But the right to express our thoughts, nevertheless, has some meaning only if we are capable of having proper thoughts.
The repression of the spontaneous thoughts and, therefore, of the development of a genuine personality, it starts early; in fact from the beginning itself of learning of the child. Inside our culture, the education drives very often to the elimination of the spontaneity and to the replacement of the original psychic acts for emotions, thoughts and desires imposed from the outside. And what the education cannot go so far as to obtain is fulfilled then by means of the social pressure, since in our societies the emotions are disapproved, in general.
The modern man lives under the illusion of knowing what he wants, when in fact he wishes only what is supposed (socially) has to want. The modern man is ready to face serious dangers to achieve the intentions that are supposed be his, but he is afraid to assume deeply the risk and the responsibility of their own ends being forged.
The difficulty that exists in recognizing until point our desires, thoughts and emotions, they are not really ours but we have received them from the outside, is closely related to the problem of the authority and the freedom. During the modern history, the authority of the Church turned out to be replaced by that of the State, that of this one by the imperative of the conscience, and in our epoch this one has been replaced with the anonymous authority of the common sense and the public opinion, in its character of instruments of the conformism.
We have transformed ourselves into automatons through that they live under the illusion of being individuals provided with free will. Such illusion helps the persons to remain unconscious of its insecurity. In its extract, I from the individual it turns out to be flagging, so that he feels impotent and insecure. He thinks, feels and wants what he believes that the others suppose that he must think, feel and want, and in this process it loses its own one I, who should constitute the foundation of all genuine safety of the free individual. The loss of me has increased the need for conformism, since it causes a deep doubt about the proper identity.
The doubt about the proper one I begins with the destruction of the medieval world, in which the individual had enjoyed a sure place inside a fixed order. Today we give of course what we are; nevertheless, the doubt about our being still exists and even to increased. The loss of the identity makes the need for conformism more imperious; it means that one can be sure of itself only as soon as it manages to satisfy the expectations of the others. If we do not obtain it, not only we meet opposite to the danger of the public disappearance and of an increasing isolation, but also we risk losing the identity of our personality, what means to compromise our public health.
On having adapted ourselves to the expectations of the others, on having tried not to be different, we manage to silence those doubts about our identity and gain this way certain safety grade. Nevertheless, the price of all this is high: the consequence of this abandonment of the spontaneity and of the individuality is the life frustration. Behind a front of satisfaction and optimism, the modern man is deeply unhappy, and he sticks to the individuality notion: he wants to be different. But since being an automaton there cannot experience the life as spontaneous, accepted activity as substitute any thing that could cause excitement: drinks, sports, the identification with personages of the screen...
Which is the meaning of the freedom for the modern man? It has been liberated of the exterior ties that had prevented him from acting and thinking in accordance with what he had considered adapted. Now it would be free to act according to my own will if he knew what he wants, thinks and feels. But he does not know it, fitting to the order of anonymous authorities and adopting one I who him does not belong. This way, the desperation of the human automaton is a fertile soil for the political intentions of the fascism.