Hemos visto que el individuo no puede soportar el aislamiento, a causa del cual la unidad del mundo se ha quebrado para él, sin tener ningún punto firme de orientación. Tanto el desamparo como la duda paralizan la vida, y de este modo el hombre, para vivir, trata de esquivar la libertad que ha logrado: la libertad negativa. Se ve así arrastrado hacia nuevos vínculos, diferentes de los vínculos primarios.
La evasión de la libertad no le restituye la seguridad perdida, sino que únicamente lo ayuda a olvidarse de que constituye una entidad separada. Halla una nueva y frágil seguridad a expensas del sacrificio de la integridad de su yo individual; prefiere perder el yo porque no puede soportar su soledad. Así, la libertad, como libertad negativa, conduce hacia nuevas cadenas.
El proceso del desarrollo de la libertad no constituye un círculo vicioso; el hombre puede ser libre sin hallarse solo, crítico, sin henchirse de dudas, independiente, sin dejar de formar parte integrante de la humanidad. Esta libertad el hombre puede alcanzarla realizando su yo, siendo lo que realmente es. La libertad positiva consiste en la actividad espontánea de la personalidad total integrada. La actividad espontánea tan sólo es posible si el hombre no reprime partes esenciales de su yo, si llega a ser transparente para sí mismo y si las distintas esferas de la vida han alcanzado una integración fundamental.
La espontaneidad es un fenómeno relativamente raro en nuestra cultura, aunque no carecemos completamente de ella (por ejemplo los artistas son capaces de expresarse espontáneamente, también los niños; incluso podemos percibir en nosotros mismos por lo menos algún momento de espontaneidad).
La actividad espontánea es el único camino por el cual el hombre puede superar el terror de la soledad sin sacrificar la integridad del yo; puesto que en la espontánea realización del yo es donde el individuo vuelve a unirse con el hombre, con la naturaleza, con sí mismo.
El yo es fuerte en la medida en que es activo. Aquellas cualidades que surgen de nuestra actividad espontánea dan fuerza al yo y constituyen la base de su integridad. La incapacidad para obrar con espontaneidad, para expresar lo que verdaderamente uno siente y piensa, y la necesidad consecuente de mostrar a los otros y a uno mismo un pseudoyo, constituyen la raíz de los sentimientos de inferioridad y debilidad. Todo ello significa que lo importante aquí es la actividad como tal, el proceso y no sus resultados; en nuestra cultura es justamente lo contrario lo que se acentúa más.
Si el individuo realiza su yo por medio de la actividad espontánea y se relaciona de este modo con el mundo, deja de ser un átomo aislado; él y el mundo se transforman en un todo estructural; disfruta así de un lugar legítimo y con ello desaparecen sus dudas respecto de sí mismo y del significado de su vida: cuando logra vivir, no ya de manera compulsiva o automática, sino espontáneamente, entonces sus dudas desaparecen.
Es entonces cuando aumentará su fuerza como individuo, así como su seguridad. Ésta, sin embargo, difiere de aquélla que caracteriza el estado pre-individual, del mismo modo como su nueva forma de relacionarse con el mundo es distinta de la de los vínculos primarios.
Esta nueva seguridad no se halla arraigada en la protección que el individuo recibe de parte de algún poder superior extraño a él; la nueva seguridad es dinámica, no se basa en la protección, sino en la actividad espontánea del hombre: es la seguridad que solamente la libertad puede dar, que no necesita de ilusiones, porque ha eliminado las condiciones que origina tal necesidad.
La libertad positiva como realización del yo implica la afirmación plena del carácter único del individuo. Todos los hombres nacen iguales pero también nacen distintos.
Este respeto por el carácter único de la personalidad, unido al afán de perfeccionarla, constituye el logro más valioso de la cultura humana y representa justamente lo que hoy se halla en peligro.
El carácter único del yo no contradice de ningún modo el principio de igualdad. La tesis de que todos los hombres nacen iguales implica que todos ellos participan de las mismas calidades humanas fundamentales, que comparten el destino esencial de todos los seres humanos, que poseen por igual el mismo inalienable derecho a la felicidad y a la libertad. Lo que el concepto de igualdad no significa es que todos los hombres sean iguales.
Tal noción se deriva de la función que los individuos desempeñan actualmente en la vida económica. En ella un hombre no es distinto de otro; pero sí lo es como persona real, y cultivar el carácter único de cada cual constituye la esencia de la individualidad.
La libertad positiva implica también el principio de que no existe poder superior al del yo individual, que el hombre representa el centro y el fin de la vida; el desarrollo y la realización de la individualidad constituyen un fin que no puede ser nunca subordinado a propósitos a los que se atribuyen una dignidad mayor. Pero decir que el hombre no debiera sujetarse a nada superior a él mismo no implica negar la dignidad de los ideales.
Los ideales genuinos tienen en común que expresan el deseo de algo que todavía no se ha realizado, pero que es deseable para el desarrollo y la felicidad del individuo. En cambio, los ideales ficticios son aquellos fines compulsivos e irracionales que, si bien subjetivamente representan experiencias atrayentes (como la sumisión) en realidad resultan perjudiciales para la vida.
Ahora bien: si se les permite a los individuos obrar libremente en el sentido de la espontaneidad, si los hombres no reconocen autoridad superior alguna a la de ellos mismos, ¿no surgirá inevitablemente la anarquía? Si se frustra la vida, si el individuo se ve aislado, abrumado por las dudas y los sentimientos de soledad e impotencia, entonces surge un impulso de destrucción, un anhelo de sumisión o de poder.
Si la libertad humana se establece como libertad positiva, si el hombre puede realizar su yo plenamente y sin limitaciones, habrán desaparecido las causas fundamentales de sus tendencias impulsivas asociales.
Freedom and spontaneity
We have seen that the individual cannot support the isolation, because of which the unit of the world has broken for him, without having any firm orientation point. Both the neglect and the doubt paralyze the life, and this way the man, to live, it tries to avoid the freedom that it has achieved: the negative freedom.
He turns out to be this way dragged towards new ties different from the primary ties. The evasion of the freedom does not return the lost safety, but only he helps it to forget that constitutes a separated entity. It finds a new and fragile safety at the expense of the sacrifice of the integrity of its individual I; he prefers to lose I because he cannot support its solitude. This way, the freedom, like negative freedom, drives towards new chains.
The process of the development of the freedom does not constitute a vicious circle; the man can be free without being alone, critical, without swelling with doubts, independently, without stopping being integral part of the humanity. This freedom the man can reach it realizing its I, being what really is.
The positive freedom consists of the spontaneous activity of the integrated entire personality. The spontaneous activity just is possible if the man does not suppress essential parts of its I, if it becomes transparent for itself and if the different spheres of the life have reached a fundamental integration.
The spontaneity is a relatively rare phenomenon in our culture, although we do not lack completely her (for example the artists are capable of the children expressing themselves spontaneously, also; we even can perceive in ourselves at least some moment of spontaneity). The spontaneous activity is the only way for which the man can overcome the terror of the solitude without sacrificing the integrity of I; since in the spontaneous achievement of me it is where the individual joins again with the man, with the nature, with himself.
I it is strong as it is active. Those qualities that arise from our spontaneous activity give force to me and constitute the base of its integrity. The incapability to act with spontaneity, to express what truly one feels and thinks, and the consistent need to prove to be to others and to one himself a pseudoyo, they constitute the root of the feelings of inferiority and weakness. All this means that the important thing here there is the activity as such, the process and not its results; in our culture it is exactly the opposite what is accentuated more.
If the individual its it is me who realizes by means of the spontaneous activity and is related this way to the world, it stops being an isolated atom; he and the world transform in a quite structural one; he enjoys this way a legitimate place and with it they eliminate its doubts with regard to himself and of the meaning of its life: when he manages to live, not already in a compulsive or automatic way, but spontaneously, then its doubts disappear. It is then when its force will increase like individual, as well as its safety.
This one, nevertheless, differs from that one that the pre-individual state characterizes, in the same way like its new way of being related to the world it is different from that of the primary ties.
This new safety is not established in the protection that the individual receives on behalf of any strange top power to him; the new safety is dynamic, she does not base on the protection, but on the spontaneous activity of the man: it is the safety that only the freedom can give, which he does not need from illusions, because it has eliminated the conditions that such a need causes.
The positive freedom as achievement of me implies the full affirmation of the only character of the individual. All the men are born equal but also they are born different.
This respect for the only character of the personality, joined the emulation to perfect it, constitutes the most valuable achievement of the human culture and represents exactly what today is in danger.
The only character of me does not contradict in any way the beginning of equality. The thesis of which all the men are born equal implies that all of them take part of the same fundamental human qualities, which share the essential destination of all the human beings, who possess equally the same inalienable right to the happiness and to the freedom. What the equality concept does not mean is that all the men are equal.
Such a notion stems from the function that the individuals redeem at present in the economic life. In her a man is not different from other; but yes she it is like a real person, and to cultivate the only character of everyone constitutes the extract of the individuality.
The positive freedom implies also the beginning of which top power does not exist to of individual me, that the man represents the center and the end of the life; the development and the achievement of the individuality constitute an end that can never be subordinated to intentions to which they assume a major dignity. But to say that the man must not hold to anything top himself does not imply denying the dignity of the ideals.
The genuine ideals have in common that express the desire of something that has not been realized yet, but that is desirable for the development and the happiness of the individual. On the other hand, the fictitious ideals are those compulsive and irrational ends that, although subjectively they represent attractive experiences (like the submission) in fact turn out to be harmful to the life.
However: if it is allowed to the individuals to act freely in the sense of the spontaneity, if the men do not recognize any top authority after that of themselves: will not the lawlessness arise inevitably? If the life is frustrated, if the individual turns out to be isolated, overwhelmed by the doubts and the feelings of solitude and powerlessness, then a destruction impulse arises, a submission wish or of to be able.
If the freedom humanizes it is established like positive freedom, if the man its it is me who can realize entirely and without limitations, they will have eliminated the fundamental causes of its impulsive tendencies associate them.