LA EMERGENCIA DEL INDIVIDUO Y LA AMBIGÜEDAD DE LA LIBERTAD
La
libertad caracteriza la existencia humana. Su significado varía de acuerdo con
el grado de autoconciencia del hombre y su concepción de sí mismo como ser
separado e independiente, como entidad separada
y distinta de la naturaleza y de los hombres que lo rodean. Sin embargo,
esta autoconciencia siguió siendo muy oscura durante largos periodos de la
Historia; el individuo permanecía estrechamente ligado al mundo social y
natural del que había emergido. El proceso por el cual el individuo se
desprende de sus lazos originales (proceso de individuación) parece haber
alcanzado su mayor intensidad durante los siglos comprendidos entre la Reforma
y nuestros tiempos.
En la
vida del individuo encontramos el mismo proceso. Un niño, al nacer, se
transforma en un ente biológico separado de la madre. Sin embargo, desde el
punto de vista funcional, permanece unido a la madre durante un periodo
considerable.
Hay
vínculos que existen antes de que el proceso de individuación haya conducido a
la emergencia completa del individuo; son los llamados VINCULOS PRIMARIOS. Son
orgánicos en el sentido de que forman parte del desarrollo humano normal, si
bien implican una falta de individualidad, también otorgan al individuo
seguridad y orientación (son los vínculos que unen al niño con su madre, al
miembro de una comunidad primitiva con su clan, etc).
Una vez
alcanzada la etapa de completa individuación y cuando el individuo se halla
libre de sus vínculos primarios, una nueva tarea se le presenta: orientarse y
arraigarse en el mundo y encontrar la seguridad siguiendo caminos distintos de
los que caracterizaban su existencia preindividualista.
(Toda sociedad se caracteriza por determinado nivel de
individuación, mas allá del cual el individuo no puede ir.)
El otro
aspecto del proceso de individuación consiste en el aumento de la soledad,
surgiendo el impulso de abandonar la propia personalidad, de superar el
sentimiento de soledad e impotencia, sumergiéndose en el mundo exterior. Los
intentos de reversión toman necesariamente un carácter de sometimiento, en el
cual no se elimina nunca la contradicción básica entre la autoridad y el que a
ella se somete.
Sin
embargo, la sumisión no es el único método para evitar la soledad y la
angustia: el ideal, que no desembocaría en conflictos, seria la relación
espontánea hacia los hombres y la naturaleza, relación que une al individuo con
el mundo sin privarlo de su individualidad.
La
individuación es un proceso que implica el crecimiento de la fuerza y de la
integración de la personalidad individual, pero es al mismo tiempo un proceso
en el cual se pierde la originaria identidad con los otros. La creciente
separación puede desembocar en un aislamiento que posea el carácter de completa
desolación y origine angustia e inseguridad intensas, o bien puede dar lugar a
una nueva especie de intimidad y de solidaridad con los otros.
Mientras
el proceso de individuación se desarrolla automáticamente, el crecimiento del
yo es dificultado por un cierto numero de causas individuales y sociales. La
falta de sincronización entre estos dos desarrollos origina un sentimiento
insoportable de aislamiento e impotencia, y esto a su vez conduce a ciertos
mecanismos psíquicos de evasión.
La
adaptación del hombre a la naturaleza se funda sobre todo en el proceso
educativo y no en la determinación instintiva; el instinto es una categoría que
va disminuyendo, si no desapareciendo, en las formas zoológicas superiores,
especialmente en la humana.
La
existencia humana empieza cuando el grado de fijación
instintiva de la conducta
es inferior a cierto limite, cuando la adaptación a la naturaleza deja de tener
carácter coercitivo, cuando la manera de obrar ya no es fijada por mecanismos
hereditarios. En otras palabras, la naturaleza humana y la libertad son
inseparables desde un principio. La noción de libertad se emplea aquí no en el
sentido positivo de "libertad para", sino en el sentido
negativo de "libertad de", es decir, liberación de la
determinación instintiva del obrar.
Una
imagen particularmente significativa de la relación fundamental entre el hombre
y la libertad la ofrece el mito bíblico de la expulsión del hombre del
Paraíso. El mito identifica el comienzo de la historia humana con un acto
de elección, pero acentúa singularmente el carácter pecaminoso de ese primer
acto libre y el sufrimiento que este origina. Hombre y mujer viven en el Jardín
en completa armonía entre sí y con al
naturaleza. Hay paz y no existe la necesidad de trabajar; tampoco la de elegir
entre alternativas, no hay libertad ni tampoco pensamiento.
El no cumplir la
prohibición de no comer el fruto prohibido es un pecado para la Iglesia, que
representa la autoridad, pero desde el punto de vista del hombre se trata del
comienzo de la libertad humana. Obrar contra las ordenes de Dios significa
liberarse de la coerción, emerger de la existencia inconsciente de la vida
prehumana para elevarse al nivel humano. El acto de desobediencia, como acto de
libertad, es el comienzo de la razón. Se rompe la armonía entre el hombre y la
naturaleza, dando el primer paso hacia su humanización al transformarse en
individuo.
Pero la libertad recién conquistada aparece como una maldición; se
ha liberado de los lazos del Paraíso, pero no es libre para gobernarse a sí
mismo, para realizar su individualidad. "Liberarse de " no es idéntico a la libertad positiva, a "liberarse para", ya que la
emergencia del hombre de la naturaleza se realiza mediante un proceso que se
extiende por largo tiempo, y en gran parte permanece todavía atado al mundo del
cual ha emergido.
El
proceso de crecimiento de la libertad humana posee el mismo carácter dialéctico
que hemos advertido en el proceso de crecimiento individual. Por un lado se
trata de proceso de crecimiento de su fuerza e integración, de su dominio sobre
la naturaleza, del poder de su razón y de su solidaridad con otros seres
humanos. Pero, por otro lado, esta individuación creciente significa un aumento
paulatino de su inseguridad y aislamiento, y por ende una duda creciente del
propio papel en el universo, del significado de la propia vida, y junto con
todo esto un sentimiento creciente de la propia impotencia e insignificancia
como individuo.
Si las
condiciones económicas, sociales y políticas, de las que depende todo el
proceso de individuación humana, no ofrecen una base para la realización de la
individualidad en tanto que al propio tiempo se priva a los individuos de
aquellos vínculos que les otorgaban seguridad, la falta de sincronización que
de ello resulta transforma la libertad en una carga insoportable. Ella se
identifica entonces con la duda y con un tipo de vida que carece de significado
y dirección. Surgen así poderosas tendencias que llevan hacia el abandono de
este genero de libertad para buscar refugio en la sumisión o en alguna especie
de relación con el hombre y el mundo que prometa aliviar la incertidumbre, aun
cuando prive al individuo de su libertad.
La consecuencia de esta desproporción
entre la libertad de todos los
vínculos y la carencia de posibilidades para
la realización positiva de la libertad y de la individualidad, ha conducido
en Europa a la huida de la libertad y a la adquisición, en su lugar, de nuevas
cadenas o, por lo menos, a una actitud de completa indiferencia.
THE EMERGENCY OF THE INDIVIDUAL AND THE AMBIGUITY OF THE FREEDOM
The freedom characterizes the human existence. Its meaning changes in accordance with the grade of self-consciousness of the man and its conception of himself as to be separated and independently, like entity separated and different from the nature and from the men who surround it. Nevertheless, this self-consciousness kept on being very dark during long periods of the History; the individual remained closely tied to the social and natural world of the one that had emerged. The process for which the individual gets rid of its original bonds (process of individuation) seems to have reached its biggest intensity during the centuries understood between the Reform and our times.
There are ties that exist before the individuation process has driven to the finished emergency of the individual; there are the called PRIMARY TIES. They are organic to the effect that they are part of the normal human development, although they imply an absence of individuality, also they grant to the individual safety and orientation (there are the ties that join the child with its mother, to the member of a primitive community with its clan, etc).
As soon as the stage of finished individuation was reached and when the individual is free of its primary ties, a new task appears before him: to be faced and to take root in the world and to find the safety following ways different from those who were characterizing its preindividualistic existence.
(Every society is characterized by certain level of individuation, beyond which the individual cannot go).
Another aspect of the process of individuation consists of the increase of the solitude, arising the impulse of leaving the proper personality, of overcoming the feeling of solitude and powerlessness, submerging in the exterior world. The attempts of reversion take necessary a character of subjection, in which the basic contradiction is never eliminated between the authority and the one that surrenders to her.
Nevertheless, the submission is not the only method to avoid the solitude and the anxiety: the ideal, which would not end in conflicts, would be the spontaneous relation towards the men and the nature, relation that joins the individual with the world without depriving it of its individuality.
The individuation is a process that implies the growth of the force and of the integration of the individual personality, but it is at the same time a process in which the original identity gets lost with others. The increasing separation can end in an isolation that possesses the character of finished desolation and causes intense anxiety and insecurity, or can give place to a new species of intimacy and of solidarity with others.
While the individuation process develops automatically, the growth of me is made difficult by a certain number of individual and social causes. The absence of synchronization between these two developments causes an unbearable feeling of isolation and powerlessness, and this in turn drives to certain psychic evasion mechanisms.
The adaptation of the man to the nature is founded especially on the educational process and not on the instinctive determination; the instinct is a category that is diminishing, if without disappearing, in the top zoological forms, especially in the human one.
The human existence starts when the grade of instinctive fixation of the conduct is lower than certain limit, when the adaptation stops having coercive character to the nature, when the way of acting already is not fixed by hereditary mechanisms. In other words, the human nature and the freedom they are inseparable from a beginning. The freedom notion is used here not in the positive sense of "liberate for", but in the negative sense of "liberate of" that is to say, liberation of the instinctive determination of acting.
A particularly significant image of the fundamental relation between the man and the freedom offers the Biblical myth of the expulsion of the man of the Paradise. The myth identifies the beginning of the human history with an election act, but it accentuates singularly the sinful character of this first free act and the suffering that this one causes.
Man and woman live in the Garden in finished harmony between themselves and with to the nature. There is peace and the need to work does not exist; that of choosing between alternatives, there is neither nor freedom either thought.
Non-fulfilling the prohibition of not eating the prohibited fruit is a sin for the Church, which the authority represents, but from the point of view of the man it is a question of the beginning of the human freedom. To act against the God orders means to be liberated of the coercion, emerge of the unconscious existence of the prehuman life to rise at the human level. The act of disobedience, like act of freedom, is the beginning of the reason. There breaks the harmony between the man and the nature, giving the first step towards its humanization on having transformed in individual.
But the newly conquered freedom appears like a curse; it has been liberated of the bonds of the Paradise, but it is not free is governed himself, to realize its individuality. "To be liberated of" is not identical to the positive freedom, "to be liberated for", since the emergency of the man of the nature is realized by means of a process that spreads over long time, and largely it remains still tied to the world of which it has emerged.
The process of growth of the human freedom possesses the same dialectical character that we have warned in the process of individual growth. On the one hand it is a question of process of growth of its force and integration, of its domain over the nature, of the power of its reason and of its solidarity with other human beings. But, on the other hand, this increasing individuation means a gradual increase of its insecurity and isolation, and hence an increasing doubt of the proper role in the universe, of the meaning of the proper life, and together with all this an increasing feeling of the proper powerlessness and insignificance as individual.
If the economic, social and political conditions, on which the whole process of human individuation depends, do not offer a base for the achievement of the individuality while to the proper time there are deprived the individuals of those ties that were granting them safety, the absence of synchronization that from it results transforms the freedom into an unbearable load.
She identifies then with the doubt and with a type of life that lacks meaning and direction. There arise this way powerful tendencies that go towards the abandonment of this genre of freedom to look for refuge in the submission or in some species of relation with the man and the world that promises to relieve the suspense, even if it deprives the individual of its freedom.
The consequence of this disparity between the freedom of all the ties and the possibilities lack for the positive achievement of the freedom and of the individuality, has driven in Europe to the flight of the freedom and to the acquisition, in its place, of new chains or, at least, to an attitude of finished indifference.
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