El niño risueño sigue con la mirada las burbujas que se alejan volando, se mantiene en equilibrio sobre la mas grande de ellas, un globo frágil que podría estallar en cualquier momento. No obstante, se deja llevar por la gracia de un funambulista, despreciando el peligro. Sabe que una gran concha le impedirá hundirse durante un tiempo.
Una rama de coral, posada en el borde, le dará suerte si creemos en la tradición. Incluso, ya de noche, la luz de las perlas, le recordará que en el fondo de las tinieblas puede nacer y permanecer la claridad. Es una especie de árbol en miniatura, una evocación del árbol de la vida y del paraíso perdido, sangrante como la Pasión Redentora. Puras gotitas de absoluto que se hunden en la profundidad, a lo largo de su viaje, los adornos preciosos le servirán de pasaporte, apartarán los encuentros funestos, los espíritus demoniacos, y el terror de los naufragos.
Entre el aire y el agua la armonía es precaria, el viento hace bailar a las olas, y juega con las burbujas que no saben nada del sufrimiento. Su fragilidad las protege, no conocen de este mundo, mas que su perfección transparente. Y después, la ausencia repentina, sin herida. Las burbujas no tienen memoria. Nadie pensaría en exigirles algo mas que el reflejo que pasa. Se borraran como si no hubiesen existido jamás, y después volverán indefinidamente. El tiempo las mata tan deprisa que no puede nada contra ellas....solo acurrucarse al borde de la concha., esculpiendo el nacar que vacila y se tuerce un poco. Alli se hunde y cava, alisa la superficie que querria quebrarse y finalmente se resigna.
Todo es tan rugoso ahí afuera y tan suave ahí dentro. La vida efímera que estaba allí se ha desvanecido sin dejar señal: los repliegues y las cinconvoluciones que hacen ondular su silueta, reflejan movimientos de la materia, minúsculas convulsiones que poco a poco se han ido apaciguando. Un dia, la concha se transformó en monumento.
El niño, gracias a ella continua su peligroso viaje, y se divierte, navega entre la tormenta y la calma, sin miedo alguno al instante que lo amenaza. No se sabe si es cándido o tranquilo, inconsciente o seguro de su destino, las olas negras, sin embargo se elevan en la parte inferior del cuadro, y el horizonte está cargado de mueven que lo envenenan. Su manto rosa flota como una vela.
Si de repente se lo tragara la nada, perecería sin tiempo para un ultimo pensamiento, soplando una última burbuja en una brizna de paja....Pero tal vez no es un niño, sino solo una imagen de la infancia, sin edad, que se empeña en creer que la muerte no existe. O bien un actor que domina tan bien su personaje, que puede actuar, y al tiempo asegurarse del efecto producido sobre el publico. El mundo sin color que rueda bajo su pie no es más que un accesorio del que uno no puede fiarse, no contiene más que un leve soplo.
No todo está decidido y el amable cuadro no pretende desesperar al espectador. Se conforma con inquietarlo, flirteando con la muerte con una musiquilla de minueto. El viajero imprudente que somos podrá meditar sobre la inestabilidad de su posición en este mundo, esperarse lo peor y lo mejor, desvanecerse en el aire como una burbuja que explota o arrimarse sea como sea a la concha, luchar hasta el final para resistir la corriente...Hundirse a pique o salvar su alma. Le toca a el elegir su travesía, o como mínimo preparar su llegada al puerto. Al otro lado de esta vida.
La imagen transmite de forma ligera un mensaje severo, y de un posible sermón obtiene un bonito espectáculo. A mitad de camino entre el Amor antiguo y el Niño Jesús, este joven marinero de dorados cabellos que navega contra el viento no se engaña sobre la futilidad de las burbujas, renueva la figura de Cristo pescador de hombres que camina sobre las aguas, absorbido en el infinito que se refleja en sus frágiles paredes, triunfa sobre las leyes de la naturaleza y , sonriendo como un angelito, se dispone a atravesar la tormenta.
The smiling child continues with the look the bubbles that move away flying, he is supported in balance on the biggest of them, a fragile balloon that might explode in any moment. Nevertheless, it allows to take for the grace of a funambulist, despising the danger. He knows that a big conch will prevent him from sinking during a time.
A coral branch placed in the rim, will give him luck if we believe in the tradition. Even, already at night, the light of the pearls, he will remind to him that at the bottom of the darkness he can be born and remain the clarity. It is a tree species in miniature, an evocation of the tree of the life and of the lost paradise, sangrante like the Redeeming Passion.
Pure droplets of absolute that sink in the depth, along its trip, the beautiful adornments will serve to him as passport, will separate the baneful meetings, the demonic spirits, and the terror of the castaways.
Between the air and the water the harmony is precarious, the wind makes to dance to the waves, and plays with the bubbles that do not know anything about the suffering. Its fragility protects them, they do not know about this world, any more than its transparent perfection. And later, the sudden absence, without wound. The bubbles have no memory. Nobody would think of demanding from them anything any more than the reflex that it spends.
They will resign as if they had never existed, and later they will return indefinitely. The time kills them so quickly that it cannot against them.... curl up only at all at the edge of the conch., sculpting the mother-of-pearl that hesitates and twists a little. There it sinks and digs, smoothes the surface that would like to break and finally it resigns itself.
Everything is so rough there out and so soft there inside. The ephemeral life that was there has disappeared without leaving sign: the creases and the cinconvoluciones that make wave its silhouette, reflect movements of the matter, minuscule convulsions that little by little have been calming down. One day, the conch transformed in monument.
The child, thanks to continuous her its dangerous trip, and it amuses itself, sails between the thunderstorm and the calmness, without any fear of the moment that threatens it. It is not known if it is candid or calm, unconscious or sure of its destination, the black waves, nevertheless they rise in the low part of the picture, and the horizon is loaded of mueven that poison it. Its pink cloak floats like a sail.
If suddenly nothing was swallowing his it it would perish without time for a last thought, blowing of a last bubble in a straw blade.... But perhaps he is not a child, but only an image of the infancy, without age, which he gets into debt in believing that the death does not exist. Or an actor that there dominates so well its personage, who can act, and to the time make sure of the effect produced on the public. The world without color that rolls down its foot is only an accessory on which one cannot rely, it contains only a light blow.
Not everything is decided and the kind picture does not try to drive the spectator to despair. It is content to worry it, flirting with the death with a minueto tune. The imprudent traveler that we are will be able to ponder on the instability of its position in this world, wait for the worst thing and the best thing, disappear in the air like a bubble that it exploits or come closer is as it is to the conch, to fight until the end to resist the current...
To sink apeak or to save its soul. It touches him to choose its passage, or like minimum to prepare its arrival to the port. To another side of this life.
The image transmits of light form a severe message, and of a possible sermon it obtains a nice spectacle. To half of way between the ancient Love and the Child Jesus, this young sailor of golden hairs who sails against the wind does not deceive himself on the triviality of the bubbles, there renews Christ's figure men's fisherman that walks on the waters, absorbed in the infinite that is reflected in its fragile walls, triumphs over the laws of the nature and, smiling like a cherub, he prepares to cross the thunderstorm.