Saturday, 8 March 2014

La matanza de Badajoz...the slaughter of Badajoz

Tanto esa matanza como las de Madrid, Barcelona, Bilbao, etc., nacieron del odio, un odio difundido sistemáticamente por las izquierdas, y no, o apenas, por las derechas. Y el terror derechista fue de respuesta a las agresiones y al terror izquierdista previos y practicados, con mayor o menor intensidad, durante toda la república, no a la inversa. Espinosa, y tantos de su tendencia, desvirtúan estos hechos, me cuesta creer que por ignorancia, a fin de explicar lo ocurrido en Badajoz como algo monstruosamente inusual, causado por la vesania de una caterva de oligarcas, espadones y clérigos que odiaban al “pueblo” y atacaron a un gobierno “legal y democrático”.

Ahora bien, aunque el contexto explicativo sea falso, podría ser fiable la investigación concreta. Esto no parece fácil, pues Espinosa y compañía no trabajan tanto por esclarecer los hechos como por demostrar la maldad incomparable de los “fascistas”. Y, en efecto, es fácil percibir varios puntos débiles en su estudio La columna de la muerte.


La matanza de Badajoz por excelencia, la que dio la vuelta al mundo, fue la supuestamente ocurrida en la plaza de toros el día 15 de agosto, descrita en el diario madrileño La voz: “Cuando Yagüe se apoderó de Badajoz (…) hizo concentrar en la Plaza de Toros a todos los prisioneros y a quienes, sin haber empuñado las armas, pasaban por gente de izquierda. Y organizó una fiesta. Y convidó a esa fiesta a los cavernícolas de la ciudad, cuyas vidas habían sido respetadas por el pueblo y la autoridad legítima. 


Ocuparon los tendidos caballeros respetables, piadosas damas, lindas señoritas, jovencitos de San Luis y San Estanislao de Kostka, afiliados a Falange y Renovación, venerables eclesiásticos, virtuosos frailes y monjas de albas tocas y miradas humildes. Y ante tan brillante concurrencia fueron montadas algunas ametralladoras…”, con las que habrían masacrado a entre 1.500 y 4.000 prisioneros, según versiones, entre aplausos y griterío de los espectadores. En algunas variantes, muchos presos habrían sido toreados, etc.

Espinosa admira lo “muy bien escrito” que está el artículo de La voz, una pieza brillante en la siembra de odios con que a cada paso topamos. Pero él mismo debe reconocer que se trata de una falsedad. No existió tal fiesta. Sin embargo tal falsedad no deja de tener un valor para el columnista del enredo: “la [matanza] de Badajoz había trascendido y se había convertido en paradigma de lo que el fascismo representaba”. Y el consuelo es fácil: “la fiesta, como toda reducción (¡!) colmó el imaginario colectivo por contener todos los ingredientes necesarios. 


Al fin y al cabo ¿qué si no una gran orgía de sangre fue lo que los grupos sociales y económicos amenazados por las reformas republicanas (…) hicieron con esa izquierda extremeña eliminada en masa?” En fin, asegura, la inventada fiesta fue, de todos modos, poca cosa al lado de lo realmente ocurrido, y los militares, aunque no presidieran el supuesto jolgorio, eran “capaces de presidir cosas mucho peores que aquella corrida, y sin duda hubieran ocupado un lugar preferente en un posible Nuremberg español. De ahí quizá el arraigo de una historia como la fiesta” 



El arraigo no viene de ahí, desde luego, sino de una masiva e inescrupulosa propaganda que intenta continuar Espinosa, cuya calidad moral e historiográfica brilla en estos párrafos. Y sigue brillando cuando pretende justificar como respuesta a las matanzas de Badajoz las perpetradas por las izquierdas en la Cárcel Modelo y las de Paracuellos, en Madrid, “momentos cruciales de violencia revolucionaria”, asegura. Y comenta: “Por más que lo negaran, esa cadena de violencia favorecía los intereses de los golpistas, que así podían justificar su plan de exterminio y al mismo tiempo mostrar al mundo las pruebas del terror rojo”. 

Espinosa vuelve a mentir. 
El terror izquierdista tenía ya una terrible trayectoria antes de julio del 36, como hemos visto, y a partir de esa fecha, sin esperar a ninguna violencia derechista, se ejerció de forma masiva y entusiasta, con la seguridad de que, ganada la contienda, la historia lo justificaría, como predicaba Largo. Decir que aquellos asesinatos revolucionarios “favorecían los intereses de los golpistas” es bellaquería muy propia, la hemos oído al PNV en relación con el terrorismo etarra y el PP.
Pero, aunque no fiesta, Espinosa sostiene que hubo matanza en la plaza de toros, y por ello se indigna ante su demolición, pues debiera haberse conservado como eterno recordatorio del crimen. Se apoya para sostenerlo en Southworth, un propagandista similar al mismo Espinosa, aunque, lamenta éste, no dedicara a Badajoz “la extensión y profundidad que dedicó a Guernica”. 

La comparación tiene interés, manifiesto en esta observación de Jesús Salas Larrazábal: “Quien tenga probada paciencia puede estudiar los orígenes del mito de Guernica en las 109 páginas del capítulo primero de La destrucción de Guernica, en las que [Southworth] va exponiendo, una tras otra, las noticias que publicó la prensa mundial en base a los cables enviados desde Bilbao por los cinco corresponsales extranjeros allí destacados. Los que afronten esta lectura podrán conocer insignificantes pormenores pero, por mucho que relean las densas páginas, no serán capaces de hallar rastros de lo más esencial: los relatos de la prensa de Bilbao, numerosa entonces y, hay que suponerlo, mejor informada. 



Nadie considere esto como un incomprensible olvido de cronista tan minucioso, pues existe una explicación mucho más lógica: los periodistas de Bilbao no comulgaron con las extravagantes tesis de los contados corresponsales extranjeros que fabricaron la leyenda y no quisieron ver publicados datos que podían ser refutados fácilmente por los evacuados de Guernica”. El examen de esa prensa, y la intensa investigación documental y sobre el terreno han permitido a Salas rebajar a 120 la cifra de víctimas real del bombardeo. Son muchos muertos, pero los creadores del mito necesitaron multiplicarlos por 13, hasta 1.600, e incluso hasta 3.000.

Es un método de Southworth, muy del gusto de Espinosa: si una patraña o una exageración se repite cientos de veces, un seudohistoriador puede seguir el rastro de esas repeticiones y variaciones, y dar al lector desapercibido la impresión de estar leyendo un trabajo concienzudo. Pues bien, Espinosa se basa también en los despachos de los corresponsales Mario Neves, Marcel Dany, Jacques Berthet o Jay Allen. Se trata de testimonios bastante diferentes entre sí, cosa en principio comprensible… excepto en un punto, que expongo así en Los mitos de la guerra civil: “Sin embargo en la plaza de toros no hubo tales matanzas, al menos el día 15 de agosto, como asevera el mito, ni el siguiente. Podemos tener razonable seguridad de ello por el testimonio del izquierdista portugués Mario Neves. El 15 [tras haber oído rumores de matanzas en aquel lugar] escribe: Nos dirigimos enseguida a la plaza de toros, donde se concentran los camiones de las milicias populares. Muchos de ellos están destruidos. 



Al lado se ve un carro blindado con la inscripción “Frente Popular”. Este lugar ha sido bombardeado varias veces. Sobre la arena aún se ven algunos cadáveres. Todavía hay, aquí y allá, algunas bombas que no han explotado, lo que hace difícil y peligroso una visita más pormenorizada”. Al día siguiente, movido por los insistentes rumores, vuelve al lugar y encuentra el mismo panorama. Nada de fiesta, desde luego, pero también parece difícil fusilar en masa en un lugar con bombas sin estallar.
Esto, naturalmente no lo cita Espinosa, que en cambio quiere dar crédito a Neves cuando, muchos años después, pretenderá respaldar a los otros corresponsales “agraviados por la visión atroz de los cuerpos extendidos en la plaza de toros” o por “la presencia de los desgraciados que aguardaban en los chiqueros” (lugares estrechos donde cabe ciertamente poca gente). 


¿Cómo es que él no vio en 1936 los cientos o miles de cuerpos en el coso? No lo explica, sino que intenta desviar la cuestión afirmando que le impresionaron más los cadáveres “dispersos por la ciudad”. Cosa increíble, desde luego. Mal que le pese a Espinosa, el testimonio fiable es el de Neves de 1936, y no el de los años ochenta, cuando el mito había crecido hasta convertirse en dogma de fe, que él intentaba respaldar “para descargo —decía— de su conciencia”.

Lo anterior hace difícil creer, por decirlo suavemente, la matanza en la plaza de toros. Pero ¿significa eso que no hubo matanza? En modo alguno. La hubo, o, mejor dicho, hubo varias aunque de forma más dispersa y, por así decir, vulgar. ¿Cuántas fueron las víctimas? Según los datos de A. D. Martín Rubio y F. Sánchez Marroyo, a partir de los registros civiles y del cementerio, pueden estimarse, hasta fin de año, entre 500 y 1.500, una represión sin duda larga y despiadada. Pero Espinosa eleva la cifra a unas 7.000, integrando, desde luego, los caídos en combate y a otras víctimas en diferentes años. No está en mis posibilidades contrastar esos datos ni los métodos empleados, pero advertiré que, vistas las desvirtuaciones tan frecuentes en el autor, y su evidente deseo de revolver bilis, sus datos ofrecen el mayor margen a la desconfianza. Otros podrán hacer sobre el terreno las comprobaciones pertinentes.

Cosa no fácil, porque los trabajos de historiadores como Francisco Moreno Gómez sobre la represión en Córdoba, por ejemplo, verdaderos panfletos en la vía de Tuñón de Lara, han dado lugar a una floración de otros parecidos en buena parte del país, subvencionados a menudo por ayuntamientos, y órganos administrativos izquierdistas. Su metodología es tan peculiar como la de Espinosa, pero denunciarla causa a muchos verdadero temor, por verse señalados localmente como "fachas" o cosa parecida. Sin embargo, algunas personas en las localidades tendrán que irse animando a revisar toda esa siembra de odios.


Juliá dice en su artículo de elogio a Espinosa en Babelia: “Los cerca de 7.000 asesinados por la “columna de la muerte” quedan reducidos [en Los mitos de la guerra civil] a unos cuantos centenares, nada de lo que admirarse, como aconseja el autor, horrorizado, esta vez sí, por la matanza en la cárcel modelo de Madrid”. Juliá falsea las cosas una vez más, siguiendo su mal método. Los cientos de muertos en Badajoz, como en tantos otros lugares, me parecen una atrocidad, pero no pierdo el tiempo en poner poses de indignación ni en aconsejar admirarse ni horrorizarse para despertar con tales trucos la “mala leche”. 


So much this slaughter as those of Madrid, Barcelona, Bilbao, etc., were born of the hate, a hate spread systematically by the lefts, and not, or scarcely, for the rights. And the right-wing terror was of answer to the aggressions and to the leftist terror previous and practised, with major or less intensity, during the whole republic, not on the contrary. Thorny, and so many of its tendency, they spoil these facts, it is difficult to me to believe that for ignorance, in order there explain the happened in Badajoz like something monstrously unusual, caused by the vesania of an oligarchs' crowd, broadswords and clergymen who hated the "people" and they attacked a “legal and democratic” government.
Now then, although the explanatory context is false, the concrete investigation might be trustworthy. This does not seem easy, since Thorny and company they do not work so much for clarifying the facts as for demonstrating the incomparable nastiness of the "fascists".

And, in effect, The column of the death is easy to perceive several weak points in its study.


The slaughter of excellent Badajoz, round which it turned to the world, was the supposedly happened one in the bullring on August 15, described in the newspaper of Madrid voice: "When Yagüe took possession of Badajoz (…) it made to concentrate on the Bullring all the prisoners and to whom, without having clutched the weapon, they were passing for the left people. And he organized a holiday. And it invited to this holiday the cave dwellers of the city, which lives had been respected by the people and the legitimate authority.
They occupied the respectable riding layings, pious checkers, pretty misses, youngsters of San Luis and San Estanislao of Kostka, affiliated to Phalange and Renewal, venerable ecclesiastic, virtuous friars and nuns of dawns you touch and humble looks.

And before so brilliant concourse some machine guns were mounted … ”, with that 1.500 and 4.000 prisoners would have massacred to between, according to versions, between applauses and uproar of the spectators. In some variants, many prisoners would have been fought, etc.

Thorny it admires “very quite written” that the article about The voice is, a brilliant piece in the sowing of hates into which to every step we run. But he the same debit to admit that it is a question of a falsity. Such a holiday did not exist. Nevertheless such a falsity does not stop having a value for the columnist of the entanglement: "the [slaughter] of Badajoz had come out and had turned into paradigm of what the fascism was representing”. And the consolation is easy: "the holiday, like any reduction (!) the imaginary group fulfilled for containing all the necessary ingredients.


After all: what if not a big bacchanal of blood was what the social and economic groups threatened by the republican (…) reforms did with this Extremaduran left eliminated in mass?” Anyway, he makes sure, fictitious holiday was, anyhow, few thing next to the really happened, and the military men, although they were not presiding at the supposed jollification, they were “capable of presiding at things much worse than that bullfight, and undoubtedly they had occupied a preferable place in a possible Spanish Nuremberg. Hence perhaps the rooting of a history as the holiday”

The rooting does not come hence, certainly, but of a massive and unscrupulous propaganda that tries to continue Thorny, whose moral quality and historiográfica it shines in these paragraphs. 

And it keeps on shining when Model tries to justify like answer to the slaughters of Badajoz the perpetrated ones by the lefts in the Jail and those of Paracuellos, in Madrid, “crucial moments of revolutionary violence”, he makes sure. And he comments: "However much they will deny it, this chain of violence was favoring the interests of the participants in a coup, who this way could justify its extermination plan and at the same time show to the world the tests of the red terror”. Thorny he lies again. 


The leftist terror already had a terrible trajectory before July, 36, as we have seen, and from this date, without waiting to any right-wing violence, it was exercised of massive form and enthusiast, with the safety of which, gained the contest, the history would justify it, as he was preaching Length. To say that those revolutionary murders “were favoring the interests of the participants in a coup” is a very proper wickedness, we her have heard to the PNV as regards the terrorism member of ETA and the PP.


But, although not holiday, Thorny it supports that there was slaughter in the bullring, and about it he gets indignant before its demolition, since it must have survived like eternal reminder of the crime. It rests to support it in Southworth, a propagandist similar to the same one Espinosa, although, this one regrets, he will not dedicate Badajoz “the extension and depth that he dedicated to Guernica”. 



The comparison has interest, manifesto in this observation of Jesus Salas Larrazábal:“ The one who has proven patience can study the origins of the myth of Guernica on 109 pages of the first chapter of The destruction of Guernica, in which [Southworth] is exhibiting, one after other one, the news that the world press published based on the cables sent from Bilbao by five foreign correspondents there out-standing. Those who should confront this reading will be able to know insignificant particulars but, for much that should reread the dense pages, will not be capable of finding tracks of the most essential thing: the histories of the press of Bilbao, numerous of that time and, it is necessary to suppose it, better informed. 

Nobody considers this to be an incomprehensible negligence of so meticulous chronicler, since a much more logical explanation exists: the journalists of Bilbao did not receive communion with the extravagant theses of the few foreign correspondents who made the legend and did not want to see released information that could be refuted easily by the evacuees of Guernica”. The examination of this press, and the intense documentary investigation and on the area they have allowed to Rooms to reduce to 120 the real number of victims of the bombing. 

They are many dead persons, but the creators of the myth needed to multiply them by 13, up to 1.600, and even up to 3.000.
It is a Southworth method, much of the taste of Thorny: if a canard or an exaggeration recurs hundreds of times, a pseudohistorian can continue the track of these repetitions and changes, and give to the unnoticed reader the impression of being reading a conscientious work. Well, Thorny it is based also on the offices of the correspondents Mario Neves, Marcel Dany, Jacques Berthet or Jay Allen.

It is a question of quite different testimonies between themselves, sew at first understandably … except in a point, which I exhibit this way in The myths of the civil war:“ Nevertheless in the bullring there were no such slaughters, at least on August 15, as it affirms the myth, not the following one. 


We can take reasonable safety of it as the testimony of the Portuguese leftist Mario Neves. 15 [after having heard slaughters rumors in that place] he writes: We go at once to the bullring, where there concentrate the trucks of the popular militias. Many of them are destroyed.


Nearby there is seen a car reinforced with the inscription “Popular front“. This place has been bombarded several times. On the sand some corpses are still seen. There is still, here and there, some bombs that they have not exploited, what is difficult and dangerous a more detailed visit”. On the following day moved by the insistent rumors, it returns to the place and finds the same panorama. Nothing of holiday, certainly, but also it seems difficult to shoot in mass in a place with bombs without exploding.

This, naturally he does not quote it Thorny, that on the other hand wants to give credit to Neves when, many years later, he will try to endorse other correspondents “offended by the atrocious vision of the bodies extended in the bullring” or for “the presence of the poor wretches who were waiting in the pigpens” (narrow places where few people fit certainly). 
How is it that he did not see in 1936 the hundreds or thousands of bodies in the enclosure? He does not explain it, but it tries to turn the question away affirming that more corpses “dispersed impressed him for the city”. Incredible thing, certainly.

Badly that him despite Thorny, the trustworthy testimony is that of Neves of 1936, and not that of the eighties, when the myth had grown up to turning into dogma of faith, which he was trying to endorse “for defense — he was saying — of its conscience”.


The previous thing is difficult to believe, for saying it gently, the slaughter in the bullring. But: does that mean that there was no slaughter? In some way. It was, or, rather, there were several although of more dispersed form and, so to speak, vulgar. How much were the victims? According to the information of A. D. Martín Rubio and F. Sánchez Marroyo, from the registry offices and of the cemetery, an undoubtedly long and merciless repression can be estimated, up to end of year, between 500 and 1.500. Pero Espinosa raises the number to approximately 7.000, integrating, certainly, the fallens in combat and to other victims in the different years.

There is not in my possibilities to confirm either this information or the used methods, but I will warn that, seen such frequent desvirtuaciones in the author, and its clear desire to stir bile, its information offers the biggest margin to the suspicion. Others will be able to do on the area the pertinent cross-checks.


Not easy thing, because the historians' works as Francisco Moreno Gómez on the repression in Cordova, for example, real pamphlets in the route of Tuñón de Lara, have given place to a flowering of others seemed in a great part of the country, subsidized often by town halls, and leftist administrative organs. Its methodology is so peculiar as that of Thorny, but to denounce it causes many real fear, for turning out to be special locally like "looks" or similar thing. Nevertheless, some persons in the localities will have to go away cheering up to check all this hates sowing.

Juliá says in its article about praise to Thorny in Babelia: "Them nearly 7.000 murdered ones by the “column of the death” remain limited [in The myths of the civil war] to a few hundreds, nothing of what to be astonished, as the author advises, terrified, this time yes, by the slaughter in the jail model of Madrid”. Juliá falsifies the things once again, following its bad method. The hundreds of dead persons in Badajoz, as in so many other places, there look like to me an atrocity, but I do not lose the time in putting indignation time exposures in advising to admire nor to be horrified to wake up with such tricks the “bad milk”.


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