Friday, 2 November 2012

Mujeres enamoradas...Women in Love


D.H. LAWRENCE - “Mujeres enamoradas”

Extracción del Capítulo XVI – “De hombre a hombre”

Pensamientos de Birkin, enamorado de Úrsula, convaleciente en la cama por una enfermedad.:

“En conjunto odiaba al sexo por su limitación. Era el sexo lo que convertía al hombre en una mitad de una pareja rota, a la mujer en la otra mitad segregada. Y él deseaba ser célibe en su ser, a la mujer célibe en su ser. Y deseaba que el sexo retornara al nivel de los demás apetitos, que se le considerara un proceso funcional, no una realización. Creía en el matrimonio sexual. Pero más allá de esto deseaba una postrera conjunción, en la que el hombre tuviera su ser y la mujer tuviera su ser: dos seres puros, cada uno constituyendo la libertad del otro, equilibrándose como dos polos de una sola fuerza, como dos ángeles, o dos demonios.
Deseaba tanto ser libre, no estar dominado por la compulsión de ningún ansia de unificación, ni atormentarse por un deseo insatisfecho. El deseo y la aspiración debían encontrar su objeto sin toda esta tortura, como ahora, en un mundo de abundante agua, la simple sed es insignificante, saciada casi inconscientemente. Y quería estar con Úrsula tan libre como consigo mismo: célibe, franco, plácido, a la vez que equilibrado, polarizado con ella. El fundirse, aferrarse, el mezclarse del amor se había convertido en algo tremendamente aborrecible para él.
Pero a su modo de ver, la mujer era siempre tan horriblemente absorbente, poseía tal codicia de posesión, tal ansia de engreimiento en el amor. Quería tener, poseer, controlar, dominar. Todo había de tener en ella su punto de referencia, en la Mujer, la Gran Madre de todo, de la cual procedía todo y a la cual han de rendirse todas las cosas.
Le enfurecía hasta casi enloquecerle esta tranquila presunción de la Magna Mater de que todo era suyo porque lo había engendrado. El hombre le pertenecía porque ella lo había engendrado. Una madre dolorosa le había dado el ser y ahora una Magna Mater le reclamaba de nuevo en cuerpo y alma, en sexo, mente y todo. Tenía horror a la Magna Mater, la detestaba.
Otra vez venía con sus arrogancias la mujer, la Gran Madre. ¿Acaso no lo había visto en Hermione? Hermione, la humilde, la sumisa, ¿qué otra cosa había sido todo el tiempo sino la Madre Dolorosa, en su sumisión exigiendo con horrenda e insidiosa arrogancia y tiranía femenina, lo que era suyo, reclamando otra vez al hombre que había alumbrado con dolor? Con su mismo sufrimiento y humildad encadenaba a su hijo, le conservaba de perenne prisionero.
Y Ursula, Ursula era lo mismo, o lo contrario. Ella también era la tremenda y arrogante reina de la vida, cual reina de la colmena, de la cual dependen todas las demás abejas. Vio el fulgor amarillo de sus ojos, percibió la increíble y altanera presunción de supremacía en ella. Ella no se daba cuenta. Estaba más que dispuesta a besar el suelo ante un hombre. Pero esto era sólo cuando estaba tan segura de su hombre que podía adorarle como una mujer adora a su recién nacido, con una adoración de perfecta posesión.
Era intolerable esta posesión en manos de la mujer. Siempre el hombre ha de considerarse como un fragmento desprendido de la mujer, y el sexo seguía siendo la cicatriz dolorida de la laceración. El hombre ha de añadirse a la mujer antes de poder adquirir un verdadero lugar o integridad.
¿Y por qué? ¿Por qué hemos de considerarnos, hombres y mujeres, como fragmentos desprendidos de una totalidad? Pues no es cierto que seamos fragmentos rotos de una totalidad. Antes bien: somos la individualización en la pureza y el ser único a partir de lo mezclado. El sexo es lo que permanece en nosotros de lo mezclado, de lo indeciso. Y la pasión es la posterior separación de esta mezcla: lo masculino integrándose en el ser del hombre, lo femenino pasando a la mujer, hasta que los dos son diáfanos y completos como ángeles, superada en el más excelso sentido la mezcla sexual, dejando unidos en una constelación dos seres únicos cual sendas estrellas.
En tiempos remotos, antes de la existencia del sexo, estábamos mezclados, cada cual era una mezcla. El proceso de separación en la individualidad dio como resultado la gran polarización sexual. Lo femenino se apartó a un lado, lo masculino al otro. Pero aun entonces la separación fue imperfecta. Y así va pasando nuestro ciclo del mundo. Ahora ha de venir el dia nuevo en el que cada uno seamos seres que se realicen en la diferencia. El hombre es puro hombre, la mujer pura mujer, están perfectamente polarizados. Sin embargo ya no existe nada de la horrible fusión, mezcla y autoabnegación del amor. Sólo existe la pura dualidad de la polarización, cada polo libre de toda contaminación del otro. En cada uno prima lo individual; el sexo está subordinado, si bien perfectamente polarizado. Cada uno tiene un ser único y separado, con sus propias leyes. El hombre tiene su pura libertad, la mujer la suya. Cada uno reconoce la perfección del circuito sexual polarizado. Cada uno admite la distinta naturaleza del otro.”

D.H. LAWRENCE - “In love women”

Extraction of the Chapter XVI – “From man to man”

Thoughts of Birkin, fallen in love with Úrsula, convalescent in the bed for an illness.:

“As a whole he hated to the sex for its limitation. It was the sex what was turning the man into half of a broken couple, to the woman in another segregated half. And he wanted to be a celibate in its being, to the celibate woman in its being. And he was wishing the sex to return at the level of other appetites, which there was considering to him a functional process, not an achievement. He believed in the sexual marriage. But beyond this he was wishing a last conjunction, in which the man had its being and the woman had its being: two pure beings, each one constituting the freedom of other, balancing like two poles of only one force, like two angels, or two demons.

He wanted to be so much free, not be dominated by the compulsion of no unification avidity, nor to torment itself about an unsatisfied desire. The desire and the aspiration had to find its object without all this torture, as now, in a world of abundant water, the simple thirst is insignificant, satisfied almost unconsciously. And he wanted to be with Úrsula as free as with himself: celibate, Franc, placid, simultaneously that balanced, polarized with her. Melting, to stick, being mixed of the love had turned into something tremendously abhorrent for him.

But to its way of seeing, the woman was always so horribly absorbent, she was possessing such a greed of possession, such a conceit avidity in the love. He wanted to have, possess, control, dominate. Everything had to have in her its reference point, in the Woman, the Big Mother of everything, from whom it was coming quite and to whom all the things have to yield.

It was infuriating him even almost to madden this calm presumption of the Great Mater of which everything was his because it had generated it. The man him belonged because she had generated it. A painful mother had given to him the being and now a Great Mater was claiming him again in body and soul, in sex, mind and quite. It had horror to the Great Mater, was detesting it.

Again there was coming with its arrogances the woman, the Big Mother. Perhaps it had not seen it in Hermione? Hermione, the humble one, the submissive one: what another thing had been all the time but the Painful Mother, in its submission demanding with horrible and insidious arrogance and feminine tyranny, what was his, claiming again the man who had lit with pain? With the same suffering and humility it was chaining its son, was preserving him of perennial prisoner.


And Ursula, Ursula was the same, or the opposite. She also was the tremendous and arrogant queen of the life, which queen of the beehive, on which all other bees depend. It saw the yellow brilliancy of its eyes, perceived the incredible and arrogant supremacy presumption in her. She did not realize. It was more than ready to kiss the soil before a man. But this was only when she so was sure of its man who could adore him like a woman it adores its newborn baby, with an adoration of perfect possession.

Intolerable age this possession in hands of the woman. The man has always to be considered to be a fragment got rid of the woman, and the sex kept on being the aching scar of the laceration. The man has to be added to the woman before being able to acquire a real place or integrity.

And why? Why do we have to think, men and women, like fragments got rid of a totality? Since it is not true that we are broken fragments of a totality. Earlier well: we are the individualization in the purity and the only being from the mixed thing. The sex is what remains in us of the mixed thing, of the undecided thing. And the passion is the later separation of this miscellany: the masculine thing integrating into the being of the man, the feminine thing happening to the woman, until the two are diaphanous and finished like angels, overcome in the most lofty sense the sexual miscellany, leaving joined in a constellation two only beings which each stars.

Long ago, before the existence of the sex, we were mixed, everyone was a miscellany. The separation process in the individuality gave as turned out the big sexual polarization. The feminine thing separated aside, the masculine thing to other. But even then the separation was imperfect. And this way our cycle of the world is happening. Now it has to come the new day in which each one we are beings who are carried out in the difference. The man is a pure man, the pure woman woman, they are polarized perfectly. Nevertheless there does not exist already anything of the horrible merger, miscellany and autoabnegation of the love. Only there exists the pure duality of the polarization, every free pole of any contamination of other. In each one it gives priority to the individual thing; the sex is subordinated, although perfectly polarized. Each one has the only and separated being, with his own laws. The man has its pure freedom, the woman his. Each one recognizes the perfection of the polarized sexual circuit. Each one admits the different nature of other.”




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