Wednesday, 22 August 2012

Amapola-

Este oleo sobre tela de Georgia O´keefe, en el cual la flor subyuga, inmovil, lisa y plana como una estampa. Rojo en estado puro, rojo absoluto que apenas concede unos espacios libres en el lienzo. Los pétalos exceden los limites del cuadro, tan fascinado por la flor que se ha aproximado, hasta fundirse con ella. El espectador, sin distanciamiento ha perdido el punto de vista confortable que el proporcionaban los bodegones del pasado, los sabios ramos y los decorados que hacian meditar sobre los caprichos de la existencia y lo maravilloso de sus placeres.

El primer plano, metamorfosea lo que exhibe, puede creerse primero en su objetividad, en su sinceridad botánica pero al arrancar el motivo de su contexto, transforma su sentido y su alcance. El detalle prevalece sobre el conjunto de una manera insidiosa, porque se olvida precisamente de que no es más que eso, un detalle. El ojo escrutador que iriía hasta el microscopio si fuera necesario, que estudia los repliegues de las cosas con tanta minuciosidad, este ojo se desorienta. Se abre de par en par y se satisface con lo que ya no observa, queda liberqado de sentido crítico, la flor, vista tan de cerca ya no es una flor sino  un espacio de una extension sorprendente que engulle la mirada y le da ilusión de pasearse libremente por la superficie.

Al levantarse sin emoción ela cta de lo que es, la saturación del color y la audacia de los contrastes, disfraza de evidencia la realidad. Tan cerca, la flor parece privada de secretos, Nada hay de sentimientos en el retrato truncado de una amapola. Tampoco hay nada moralizante. No aparece aquí la poesia de la flor moribunda en cuanto hay sido recogida. La proverbial fragilidad que le confiere su encanto de mariposa es impensable. Captada en un punto exacto de su floración, la amapola ya no se mueve. Su porvenir ya no concierne a la pintura. ¿como se puede pensar en el marchtar, frente a una intensidad tan inmovil?, no hay fugacidad vegetal.

La flor se abre como un sexo, uno se da cuenta de repente de que la pintura, nunca habia tenido en cuenta esta verdad natural que zarandea las viejas costumbres. Es cierto que las imagenes de amapola en el campo, de ramos de flores silvestres, nunca han desconcertado a nadie, y no despiertan mas que placenteros recuerdos de algun lejano y remoto paseo. Sin embargo, este corazón negro de una flor única puede hacer zozobrar la conciencia del segundo. El que lo descubre, tambien queda paralizado, embargado por la franqueza de las sensaciones, que lo asaltan. Convertido por un segundo en la presa del cuadro, sucumbe, hipnotizado, al esplendor de la trama opiacea.



This oil on cloth of Georgia O'keefe, in which the flower subjugates, immobile, smooth and flat like a picture. Red in the absolute pure, red state that scarcely grants a few free spaces in the linen. The petals exceed the limits of the picture, so fascinated by the flower that has come closer, up to melting with her. The spectator, without distancing has lost the comfortable point of view that the proporcionaban the inns of the past, the wise branches and the sets that they were making ponder on the caprices of the existence and the wonderful of its pleasures.

The forefront, it transforms what it exhibits, can be considered first in its objectivity, in its botanical sincerity but on having started the motive of its context, transforms its sense and its scope. The detail prevails over the set of an insidious way, because he forgets precisely that is only that, a detail. The scrutinizing eye that iriía up to the microscope if it was necessary, that studies the creases of the things with so many thoroughness, this eye gets confused. It is opened wide open and is satisfied with what he already does not observe, stays liberqado of critical sense, the flower, seen so closely it is already not a flower but a space of a surprising extension that gobbles the look and gives him illusion of being walked freely by the surface.


On having got up without emotion ela cta of what is, the saturation of the color and the adventurousness of the contrasts, it disguises of evidence the reality. So close, the flower looks like a secrets private road, Nothing is of feelings in the truncated portrait of a poppy. Also is nothing moralizing. There does not appear here the poetry of the moribund flower as soon as it is been gathered. The proverbial fragility that awards him its butterfly delight is unthinkable. Received in an exact point of its flowering, the poppy does not move already. Its future does not concern already the painting. how is it possible to think about the marchtar, opposite to such an immobile intensity?, there is no vegetable fleetingness.

The flower is opened like a sex, one realizes suddenly that the painting, it had never born in mind this natural truth that it shakes the old customs. It is true that the poppy images in the field, of branches of wild flowers, have never disconcerted anybody, and they wake up only pleasant memories of some distant and remote walk. Nevertheless, this black heart of the only flower can make worry the conscience of the second one. The one that discovers it, also remains paralyzed, impeded by the frankness of the sensations, which assault it. Turned in a second into the prey of the picture, it succumbs, hypnotized, to the splendor of the plot opiacea.


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Art Black Side